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Visita a la colina de las Brujas en el Istmo de Curlandia

29 julio, 2015

El Istmo de Curlandia es una lengua de arena cuya función es separar el lago de Curlandia, de quien recibe el nombre, del mar Báltico. Este istmo es una península de 98 kilómetros de los que 52 pertenecen a Lituania y el resto es territorio ruso, por lo que no se puede pisar sin el visado pertinente.

Tanto el istmo, que mide 400 metros en su parte más estrecha y casi 4 kilómetros en la más ancha, como el lago componen el Parque Natural del Istmo de Curlandia. Una zona protegida desde 1991 por acoger uno de los ecosistemas marinos más interesantes e importantes de Lituania.

Dunas de arena del Istmo de Curlandia
Dunas de arena del Istmo de Curlandia

Durante muchos años se ha luchado por conservar el hábitat del istmo y evitar su erosión. Por ello ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Además, sus dunas de arena están catalogadas como las grandes de Europa.

El Istmo de Curlandia es una zona agreste y sin urbanizar. Un 70% de su territorio está formado por pinares donde habitan jabalíes, ciervos y alces; un 25% lo forman las dunas, y un 5% corresponde a Neringa, la única zona urbanizada que está formada por cuatro pueblos: Juodkranté, Pervalka y Preila y Nida. Además, esta lengua de arena tiene dos orillas: una más rocosa y plácida, que es la que da al lago de Curlandia y otra de arena fina y gran oleaje que da al mar Báltico.

Cómo llegar al Istmo de Curlandia

La única forma de llegar al istmo es en ferry desde Klaipeda, pues no existen puentes que unan el continente con la lengua de arena. El coste, en el año 2013, fue de 42,9 ltl ida y vuelta, y al entrar con el coche en un parque natural, nos cobraron 20 ltl más. No es necesario cruzar con el coche, ya que allí hay autobuses que recorren los principales puntos del istmo, taxis e incluso se pueden alquilar bicicletas.

Vistas desde la duna Parnidis

Todo el istmo tiene carril bici y los senderos y bosques del camino, hacen la excursión de lo más apetecible. Nuestra idea era esa, dejar el coche el Klaipeda, pasar una noche en Curlandia y alquilar una bici dos días. Pero al final se nos echó el tiempo encima y no pudimos hacerlo.

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Qué ver en el Istmo de Curlandia

Subir a la duna Parnidis

Lo primero que hicimos fue bajar hasta Nida, que está a 3 kilómetros de la frontera con Kaliningrado (Rusia). Sabíamos que era el pueblo más turístico del istmo, pero terminamos de comprobarlo por la masificación de coches que había. ¡No cabía ni un alfiler!

Alrededores de la duna Parnidis

Nida es famoso por su duna Parnidis, un montículo de arena de 52 metros de altura con unas estupendas vistas de dunas ondulantes que se adentran en territorio ruso. Para llegar hay atravesar un espeso pinar hasta llegar a unas empinadas escaleras que te suben a lo alto de la duna. Recuerda: es muy importante respetar el sendero y no salirse de él para causar el menor impacto en el entorno.

Darse un baño en el Báltico

Nuestro siguiente objetivo era volver a bañarnos en aguas bálticas. Aunque la playa del Istmo de Curlandia es bastante kilométrica, solo existen unas cinco entradas oficiales en la zona lituana. Tres de ellas están en Nida y como estaban abarrotadas, decidimos subir hasta Preila. Aquí pudimos aparcar sin problemas y pasamos 3 largas horas tirados en la playa disfrutando de su finísima arena blanca.

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Acceso al mar Báltico

Hice amago de bañarme, pero me fue totalmente imposible. Al ser mar abierto, el agua estaba heladita y cristalina, se veía perfectamente el fondo. Ni punto de comparación a lo que encontramos en Jürmala, donde sí me bañé porque al ser un golfo el agua estaba más calentita aunque menos apetecible visualmente.

Recorrer la colina de las Brujas

Después del chapuzón nos fuimos hasta Juodkranté, un pueblo pesquero al norte del istmo donde está la colina de las Brujas. Sin duda, uno de los mayores atractivos de esta lengua de arena.

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Raganu Kalnas, colina de las Brujas en lituano

Escenario de cuentos de hadas, brujas, maldiciones y leyendas, la colina de las brujas es uno de los lugares más mágicos de Lituania. Este sendero escondido en el bosque está abierto al público y salpicado por más de 80 tallas de madera que te llevan de viaje a través de las fábulas e historias más populares de la cultura lituana.

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Tallas de madera

Cada escultura, hecha a mano con mucho mimo y dedicación, representa a un personaje del folclore de Juodkrante. Muchas de ellas son simples tallas pero otras son divertidos y originales columpios donde pasar un buen rato, da igual la edad que tengas. La colina de las Brujas se ha convertido en el lugar de referencia para las celebraciones del solsticio de verano, en la que los lituanos se reúnen para hacer rituales, cánticos y bailes. Muy similar a lo que hacemos nosotros en la Noche de San Juan.

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Personaje del folclore de Juodkrante

Juodkrante nos gustó mucho más que Nida. Quizá por sus casitas de colores o porque no había tanta gente, ¡quién sabe! Hubo algo que nos llamó mucho la atención y es que de muchas de esas casitas colgaban unos pescados secos de las ventanas. Creo que se llama Zuvis y lo cierto es que tenían una pinta asquerosa. No me quedé con ninguna gana de probarlo, la verdad.

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Talla de madera de la colina de las Brujas

Cogimos el ferry de vuelta a Klaipeda con la intención de darle una oportunidad y encontrar un lugar apetecible para la cena. Pero nada, que no hubo forma. No sé si es porque solo vimos la ciudad de noche y muy desangelada, porque nos alojamos en la casa del terror o porque como sabíamos que no íbamos a pasar allí más del tiempo estrictamente necesario, no le pusimos ningún interés.

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2 Comments

  • Reply
    Kate de Viajamos Juntos
    22 octubre, 2019 at 17:39

    Menos mal, Marta, que no encontré este post antes de nuestro viaje por Países Bálticos y sí que le dedicamos tiempo a Klaipeda, más bien, a su casco histórico. La ciudad nos gustó tanto que en vez de quedarnos una noche, fueron dos. Tengo recuerdos muy tiernos de vinos calientes en la plaza central con mercadillo de Navidad, conciertos y shows de luces. Creo que tenéis que volver en invierno, hay mucha menos gente, así que igual no te agobiarías tanto y lo verías todo con más cariño. ¡Besitos!

    • Reply
      Marta Aguilera
      22 octubre, 2019 at 17:45

      Jajajaja, pues es que además recuerdo perfectamente que era mi cumpleaños y acabamos cenando en un mc donalds! Un desastre… y nos alojamos en la casa del miedo, además. No tengo buen recuerdo de ese lugar, la verdad, jejeje. Si volvemos por allí, os preguntaré para que me asesoréis! 🙂

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