30 minutos fueron suficientes para enamorarme de Vilna. Para caer rendida a los pies de la joya barroca del Báltico por excelencia. Para alucinar con sus encantadoras callejuelas empedradas, salpicadas por multitud de iglesias ortodoxas y católicas, y con sus rincones decadentes. La capital de Lituania es una fábrica cultural en constante ebullición gracias a los artistas callejeros que toman las calles los días de sol.
Pero lo mejor de Vilna es verla desde las alturas. Como un tetris de casitas de tejados anaranjados, con las agujas de sus incontables iglesias apuntando hacia el cielo y un mar de árboles protegiendo su casco, se extiende majestuosa esta increíble ciudad tan poco valorada entre las capitales Bálticas.
Vilna es mucho más que una cara bonita y unas vistas de infarto. La capital lituana sufrió las torturas de la KGB y estuvo salpicada de guetos judíos antes de la ocupación nazi. Durante la II Guerra Mundial fue ocupada por Alemania, lo que conllevó el exterminio de su población judía.
En la década de los 80 encabezó el movimiento nacional para lograr la independencia soviética. De hecho, hay una baldosa con la palabra stebuklas en la plaza de la catedral que señala el lugar donde terminaba la cadena humana formada por dos millones de estonios, letones y lituanos en 1989 desde Tallin en protesta por la ocupación soviética.
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Recorre Vilna en 7 pasos
Como siempre digo, lo mejor para conocer una ciudad es caminarla, treparla, vivirla, degustarla y, sobre todo, disfrutarla. Y eso fue lo que hicimos en Vilna. Nos olvidamos del mapa y nos perdimos por la capital lituana.
1. Unas vistas espectaculares como punto de partida para conocer una ciudad siempre es un acierto. Por eso subimos a la Torre de la iglesia de los Santos Juanes, localizada en el Gran Patio de la Universidad de Vilna. ¡Muy recomendable!
El campanario de este lugar dedicado a San Juan Evangelista y San Juan Bautista es, sin lugar a dudas, su punto fuerte por las magníficas vistas que ofrece de la ciudad lituana. Desde arriba se alcanza a ver todo el centro de Vilna. Pero lo que más llama la atención son sus perfectos, cuidados y bien alineados tejados anaranjados. Todos ellos anidados en la espesura verde de los parques Kalnu y Sereikiskiu.
2. Vilna es una ciudad muy cultureta. Además de encontrar cafés con exposiciones, pintores vendiendo su arte en la calle, talleres de artistas o galerías de arte, nos topamos con Literatu gatve, una calle dedicada exclusivamente a artistas lituanos o conectados con el país de alguna forma. En esta galería de arte al aire libre en el corazón de la ciudad, encontramos placas y tributos de distintos tamaños en homenaje a estos poetas y escritores que han influido en la literatura lituana de alguna manera.
3. Vilna está repleta de iglesias con cuidadas y preciosas fachadas. Todo el centro está salpicado de ellas y es difícil decantarse por una como favorita. Sin embargo, yo me quedo con la iglesia de Santa Ana, y eso que no pude visitarla por dentro porque había una boda.
No sé si fue el tono rojizo de su fachada gótica o los pináculos que ya había visto desde el campanario de la iglesia de la Universidad, pero fue un edificio que me encantó. Es posible que el urban knitting del parque de al lado ayudara bastante a este cuelgue eclesiástico que sufrí en Vilna, pero eso ya son suposiciones mías.
4. Nuestro paseo por la capital lituana nos llevó hasta una baldosa en la que ponía Stebuklas (‘milagro’ en castellano). Localizada en alguna parte de la plaza de la Catedral, este fue el punto final de la cadena humana que unió Tallín con Vilna en contra la ocupación soviética a finales de los años 80.
La plaza de la Catedral es una de las más bonitas y vivas de la ciudad. Fue el foco de actividad comercial durante el siglo XIX y estaba rodeada por un foso en el que atracaban los barcos. Su interior estaba repleto de murallas y torres, de las cuales hoy en día solo se conserva un campanario de 57 metros de altura a uno de los lados de la catedral.
En su parte trasera encontramos una robusta estatua ecuestre de Gediminas, fundador de la ciudad, y el Palacio Real. Este lugar es también el inicio de los parques Sereikiskiu y Kalnu, que llevan hasta la Colina de las Tres Cruces.
5. La colina de Gediminas es el origen de la ciudad de Vilna. Sobre este promontorio de 48 metros de altura fue fundada la capital de Lituania. Coronada por una torre de ladrillo rojo del siglo XIII que alberga el Museo del Castillo Alto, esta importante colina ofrece las mejores vistas de la ciudad a cualquier hora del día.
Para llegar hasta ella, se puede subir por unas escaleras que salen de la parte de atrás de la catedral o bien en funicular, cuyo acceso está un poco escondido pero se encuentra fácilmente. Nosotros subimos dos veces, una por la mañana y otra por la tarde para ver la caída del sol desde este lugar tan privilegiado.
6. Un poco más alejado del casco histórico, en la conocida Ciudad Nueva, encontramos el Museo de las Víctimas del Genocidio (Museo de la KGB). Esta antigua sede de la KGB es un museo en honor a los miles de lituanos que fueron asesinados, encarcelados o deportados durante la ocupación soviética.
Mientras que la fachada del edificio está decorada con placas conmemorativas con los nombres de las víctimas, su interior está plagado de duros y escalofriantes testimonios de los lituanos deportados en Siberia. Pero lo que realmente te deja de piedra es el sótano: las celdas y una sala de ejecución te darán ganas de salir de allí corriendo y subir de nuevo a la colina de Gediminas para olvidar los terrores que el ser humano es capaz de cometer.
Durante la ocupación nazi, la Gestapo también instaló aquí su sede. Así que más que el Museo de la KGB yo lo llamaría el Museo de los horrores.
7. ¿Sabías que en Vilna hay un estado independiente con Constitución, presidente, himno y bandera propia? Se llama República de Uzupis y es el lugar de residencia de bohemios y artistas lituanos. El 1 de abril celebran el April’s Fool Day (su particular Día de los Inocentes) en el que hacen una parodia cortando el paso a la república y sellando el pasaporte a todo aquel que quiera pasar.
Bonus: castillo de Trakai
A menos de 30 kilómetros de Vilna, se alza el castillo de Trakai, uno de los más bonitos de Lituania. Fue fundado en el año 1320 por Gediminas, el héroe nacional de Lituania, y durante el siglo XIV fue el centro de residencia de la monarquía lituana.
Esta fortaleza está construido en ladrillo rojo sobre una isla en mitad de un lago. Para llegar hasta él, basta con atravesar una pasarela sobre el lago. Este castillo, emergido de las aguas, tiene la absoluta capacidad de transportarte al medievo en un abrir y cerrar de ojos.
Trakai es una pequeña población cuyo núcleo urbano no llega a los seis mil habitantes. Es muy fácil de recorrer ya sea a pie o en bicicleta (se alquilan en el pueblo). Además, también se pueden alquilar barquitas para dar paseos por el lago. Llegar hasta aquí desde Vilna es muy sencillo: en bus, tren o coche. Así que no hay excusa para no visitar el precioso castillo de Trakai.
¿Te animas a visitar esta preciosa fortaleza al este de Lituania?
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6 Comments
Anna
27 septiembre, 2019 at 18:33Vilna es una de mis ciudades favoritas del mundo!! y la preferida de las del este 🙂
Marta Aguilera
30 septiembre, 2019 at 9:58Para mí también es mi favorita de las bálticas!!! Aunque Riga también me gustó bastante 🙂
illan
20 abril, 2015 at 17:07Que recuerdos de cuando estuve, deberías haber puesto los artículos de la constitución de Uzupis, me acuerdo de: Todo perro tiene derecho a ser perro. Todo hombre tiene derecho a vivir al lado del río y el río al lado de los hombres…
Marta Aguilera
20 abril, 2015 at 17:08Jajajajaja, hay otro artículo dedicado por completo a uzupis y a su constitución 😉
MARCOSLUCERO
30 marzo, 2015 at 14:37SINCERAMENTE NO SABIA, HERMOSO…!!! GRACIASSS
Marta Aguilera
9 abril, 2015 at 12:12Una ciudad preciosa por la que merece la pena pasar unos días!!!