Escrito por Sara Gil Alvera, periodista, viajera y amiga.
“- ¿Así que te han desterrado de Verona? Ten paciencia, el mundo es ancho y grande.
– No lo creo. No hay mundo fuera de los muros de Verona” (Romeo y Julieta)
Si Romeo y Julieta pensaban esto hace más de 400 años, razón nos les faltaba. Verona es una de esas ciudades del norte de Italia que atrapan a cualquiera que la visita. En ella parece que el tiempo se detiene y que la vida sin amor no tiene sentido.
Verona y el amor. El amor y Verona. Da igual las calles que recorras porque no te vas a poder escapar del encanto que desprenden los rincones de esta ciudad. Pequeñita y acogedora, se puede visitar sin prisas en un fin de semana.
Perdonadme lectores viajeros si en este post me pongo melosa, ñoña, tontorrona o como queráis llamarlo. Todavía queda por aquí algo de esa cantidad de corazones que invaden la ciudad recordándonos constantemente que estamos en la tierra de los Capuleto y los Montesco.
Qué ver en Verona
La ciudad está plagada de hoteles, pero si prefieres ir a lo económico, alojarse fuera del centro siempre es la mejor opción. El nuestro estaba al lado de la Estación de Tren Porta Nuova, y aunque estaba a unos veinte minutos a pie del centro, era uno de esos hotelazos que tienen un desayuno buffet en los que nada más entrar dices… OMG!
Dejando la gula aparte, trazar una ruta por Verona es muy sencillo porque puedes recorrerla andando o en bici sin ningún problema. Atravesando la Puorta Nuova y dando un paseíto muy agradable llegamos a La Arena de Verona, una especie de mini coliseo en el que los veroneses disfrutan de conciertos y obras de teatro al aire libre, tal y como se hacía en la época de los romanos.
Si continuamos por la Vía Giuseppe Mazzini, recorremos una zona comercial llena de tiendecitas hasta la Piazza delle Erbe, que está en el centro de Verona y ocupa el lugar del antiguo Foro Romano. Sus terracitas, su mercado al aire libre, y el ir y venir de la gente, hacen de este lugar uno de los más pintorescos de la ciudad.
Callejeando por los alrededores de la plaza, pasando por Santa Anastasia y El Duomo de Verona, llegamos a la orilla del río Adige que recorre con sus aguas toda la ciudad. Pasear por la orilla es uno de esos momentos deliciosos en los que podemos disfrutar de una vista preciosa de sus puentes y sus edificios más importantes.
La casa de Julieta
Cruzando de nuevo hacia la ciudad por el Puente de Piedra, llegamos por fin al destino más visitado de Verona, la Casa de Julieta. Eso sí, ármate de paciencia para entrar porque los turistas se apelotonan en la entrada escribiendo mensajitos y haciendo fotos al archiconocido balcón desde el que Romeo divisaba a su queridísima amada.
En aquellos tiempos ni whatsapp ni nada de nada; tú gritabas a los cuatro vientos que la querías a morir… ¡con un par! Ya podían decir lo que quisieran los Capuleto y los Montesco, que por su amado se envenenó. Y así acabaron los pobres: creando la historia de amor más famosa jamás contada que aunque tiene un trágico final, todos hemos suspirado con ella (y la película de Leo DiCaprio hizo mucho, sí).
El balcón en sí, es todo un símbolo del amor. Tanto es así, que vimos hasta a unos novios recreando esa famosísima escena en este mítico lugar. A las pruebas me remito. Ahí tenéis a la novia asomada al balcón.
Eso sí, ¡no te vayas de la plaza sin tocarle la tetilla a la estatua de Julieta que dicen que da suerte. No te estreses pensando si es la derecha o la izquierda; con lo desgastada que está, ¡no tiene pérdida! Acuérdate de llevar papel y boli para dejar un mensajito en las paredes de la casa de Julieta. ¿Qué harán con todos los que se pueden acumular ahí cada día? Supongo que tendrán un final menos romántico que la historia de nuestros enamorados, pero oye, tú pones tu post-it y que te quiten lo bailao.
Cuando ya empezaba a anochecer dimos un paseo por la zona de La Arena, escuchamos a Eros Ramazzotti en directo (del cual no soy especialmente fan, pero tengo que reconocer que tuvo su punto), nos pegamos una cena como dios manda en la Piazza del Erbe, y nos despedimos de esta ciudad tan especial que se ha quedado para siempre con un pedacito de nuestros corazones.
Espero que os haya gustado todo, todo y todo, y que hagáis una visita pronto a Verona, a Romeo, a Julieta y a su balcón.
¡Hasta la próxima viajeros!
PD: Gracias otra vez Martita por dejarme escribir este post 🙂
PD2: ¡Y a Delfín Melero por estas fotazas! 🙂
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5 Comments
Paloma Lucas
23 octubre, 2013 at 19:27Hice mi Erasmus allí, estuve un año (por cierto, articulas todas las ciudades italianas donde he vivido, jaja) Es una ciudad espectacular, me encanta y hay muchísimas cosas que visitar. Los restos romanos, Castel San Pietro y sus vistas… buf! qué maravilla!!!
Marta Aguilera
31 octubre, 2013 at 10:27Qué gran suerte la tuya Paloma por haberte movido tanto!! Y además por Italia, donde la historia del arte rezuma por cada esquina 😉
Sara
14 octubre, 2013 at 11:22¡¡Pues apúntala en la wish list para tu próximo destino!! 😛 Pues si estaban esos dulces yo no los ví 🙁 ¡Entre tanto corazón y tanto amor, estaba complicado!!:)
Pasean2 (@pasean2)
14 octubre, 2013 at 10:44Estuve hace muuuuchos años en Verona y estoy deseando regresar con J. ¿Siguen vendiendo los ‘besos de Julieta’? Eran unos dulces, aunque no lo recuerdo muy bien… :s ¡Un abrazo!
Eider (@Ebcblog)
11 octubre, 2013 at 11:38Las fotos son preciosas igual que la ciudad. Espero visitarla pronto!