De mis casi 5 meses trabajando en Uruguay guardo un montón de anécdotas y vivencias que espero ir desgranando por aquí poco a poco. Pero, sin duda, las más divertidas son las que tienen que ver con el uso del español. O al menos son las que más risas provocaron entre mis amigos cuando llegué a Madrid y solté la retahíla.
En España lo cogemos todo
Allí estuve trabajando en uno de los diarios más importantes de Uruguay, El País de Montevideo. Aunque mis compañeros aceptaban medio divertidos medio sonrojados mi continuo uso del verbo coger, hubo un día que no aguantaron más y explotaron. Tenía que entrevistar al responsable del alumbrado público de Montevideo y el tipo no me cogía el teléfono. Me pasé una mañana indignada diciendo “este tío no me coge“, “será posible que fulanito no me coja“, “a ver si me coge de una vez”. Hasta que de repente uno de mis compañeros me dijo entre risas: “Vale, sabemos que eres española y que allí os pasáis el día cogiendo, pero ¡¡basta ya de coger por hoy!!”.
Yo no me daba cuenta de que lo que ellos llevaban escuchando toda la mañana era a una loca protestando porque “este tío no me folla“, “será posible que fulanito no me folle“, “a ver si me folla de una vez” (perdón por la palabrita, pero es una traducción literal). Desde ese día, me esforcé por utilizar otras expresiones como contestar el teléfono, tomar el autobús, agarrar el abrigo… Mi relación con el verbo coger ¡nunca ha vuelto a ser la misma!
La hora de la chaqueta
Otra situación parecida la viví en México. Ese mismo año viajé al DF para ver a unos amigos (donde también tuve un par de anécdotas memorables). Una de las noches que salimos en grupo hacía un poco de frío y se me ocurrió decir algo así como: “Parece que ha llegado la hora de la chaqueta“. Una frase de lo más simple y poco ingeniosa que suscitó muchas risas (sobre todo de los chicos) y comentarios del tipo: “Siempre es buena hora para una chaqueta“. Yo me quedé un poco perpleja y pregunté qué era eso tan gracioso que había dicho, porque no entendía nada. Me contestaron que en México chaqueta significa paja. ¿¡En serio?! Pues nada, otra palabreja más que nunca volvería a ser lo mismo para mí.

Apuestas malsonantes
Mis primeras semanas en Montevideo coincidieron con el Mundial de Fútbol de Sudáfrica (sí, allí viví el triunfo de La Roja). Uno de mis compañeros de piso era chileno y a los pocos días de conocernos me preguntó si quería ver su polla. Recuerdo que le increpé por marrano y descarado. El chico, entre asombrado y divertido por mi desmesurada reacción, matizó que era su polla del mundial. Sacó un cuaderno y me enseñó las apuestas de los partidos de todos nuestros compañeros de piso. Uno de los franceses que vivía con nosotros llevaba media hora doblado de la risa. Parece ser que el chileno no era la primera vez que hacía este juego de palabras con una española.
Cajeta o dulce de leche
Me cambié de piso (y eso que le había cogido cariño al chileno chistoso) y mi nuevo compañero era mexicano, que ya me podía haber advertido de la dichosa chaquetita, por cierto. En México al dulce de leche lo llaman cajeta y una tarde de domingo estábamos en casa poniéndonos ciegos a chocolate y dulce de leche, cuando mi compañero exclamó que se pasaría la vida comiendo cajeta. Su novio se echó a reír y entre bromas nos explicó que en Uruguay y Argentina la cajeta es la vagina. Por una vez pude reír a gusto porque no fue “mi español” el motivo de mofas.
¿Cómo es posible que palabras de un mismo idioma cambien tanto de significado en cuanto cruzas la frontera? Un par de años más tarde descubrí este divertido vídeo sobre qué difícil es hablar el español y suscribo todas y cada una de sus estrofas 🙂
¿Tú también habéis tenido tropezones lingüísticos como los míos? ¡Cuéntame en comentarios!
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