El Cabo de Gata es un parque natural de origen volcánico situado en Níjar, provincia de Almería. La belleza de su costa, bañada por el mar Mediterráneo, ha convertido esta reserva de la biosfera en una de las joyas naturales de Andalucía.
Recorrer una zona costera fuera de temporada tiene una gran ventaja: la ausencia de las molestas y ruidosas aglomeraciones típicas de los meses de verano. Por eso, poder pasear por las desiertas playas y contemplar la inmensidad del mar desde acantilados espectaculares en compañía del silencio, ¡no tiene precio!
Pero vayamos por partes. No todo fue pasear por preciosas playas y conectar con nuestro lado más natural y místico. También descubrimos los orígenes volcánicos del Cabo de Gata y su pasado ligado a la minería.
Parte de la mañana del sábado la dedicamos a las Minas de oro de Rodalquilar. No sé porqué extraña razón muchos de nosotros ya nos veíamos recorriendo alguna mina abandonada con el casco y la linterna… Pero ¡nada más lejos de la realidad! Aunque fue un poco decepcionante enterarnos de que no podíamos visitar el interior de ninguna mina, se compensó con la exploración de la ruinosa y abandonada Planta Denver, donde se trataron los minerales extaídos de las canteras más próximas desde 1956 a 1966. De todo esto nos enteramos en la Casa de los Volcanes, un centro de interpretación que muestra, gracias a varias maquetas y unas completas explicaciones, el patriomonio geológico de Cabo de Gata. Fue un verdadero acierto visitarlo para hacernos una idea de la situación volcánica y de explotación minera de la zona, así como para situar la Planta Denver, lo único visitable de estas famosas minas.
Desde lo alto de la planta se ven perfectamente las enormes y abandonadas piscinas circulares donde se filtraban los minerales para extraer las pepitas de oro. Además, al otro lado de la planta se dejan ver los restos de la mina al aire libre que había.
Tras la clase de geología y los correspondientes jumps al borde del precipicio, continuamos nuestra ruta rumbo a la Cala del Cuervo, una playita aislada en la localidad Las Negras. Fue un verdadero acierto llegar hasta aquí, pues a pesar de que la cala no estaba en sus mejores condiciones (el mar había escupido muchos desechos a la orilla), nuestro espíritu aventurero nos animó a subir por la formación rocosa y descubrir un acantilado con unas vistas preciosas de la costa.
Decidimos comer en este mágico enclave mientras el mar rompía sobre las rocas.
Y aunque nos hubiese encantado seguir relajándonos bajo los leves rayos del sol y la brisa marina, aún nos quedaban muchas cosas por hacer, así que levantamos rápidamente el campamento y nos pusimos en marcha hacia la Playa de Monsul para contemplar la famosa Duna de Monsul. Pero lo cierto es que cuando llegamos a esta playa, lo de menos fue la duna. Desde la pasarela de tierra que da acceso se alzaba ante nosotros una desértica playa natural y salvaje con una gran formación volcánica en uno de sus extremos (frente a la duna) conocida como la Peineta. Obviamente, lo primero que hice después de garabatear en la oscura arena #Gatatrip fue conquistar la cima del peñón y sentarme a contemplar el reflejo de las nubes sobre el mar y las paredes de lava cayendo sobre él.
Pero el atardecer se acercaba, así que después de disfrutar como niños saltando, haciendo fotografías y metiendo los pies en el agua, debíamos irnos al faro de Cabo de Gata para ver la caída del sol sobre el Mediterráneo. Pero los nubarrones que llevaban acechando todo el día no nos dejaron disfrutarlo, así que nos conformamos con contemplar el Arrecife de las Sirenas, unas afiladas rocas donde antiguamente se refugiaban las focas monje y cuyos sonidos se asemejaban al canto de las sirenas; y gran parte de la rocosa costa de Cabo de Gata. Los que sí disfrutaron de un increíble atardecer en este lugar el día anterior fueron Octavio de Un mundo para 3 y Laura de Meridiano 180. Pero ya nos había advertido el padre de familia que «los mejores atardeceres son los viernes», así que nos quedamos con las ganas y con un apunte más en esa gran lista de deseos viajeros: el de disfrutar de la puesta de sol desde el Cabo de Gata, a ser posible un viernes poco nuboso.
Y por fin, después de un duro día de caminatas, minas, miradores, playas, coche y muchas, muchas fotos, llegó la hora de relajarse. Encontramos un chiringuito a pie de playa en San Miguel donde pasamos una tarde-noche de lo más surreal y divertida. En el Chiribus estuvimos de charleta entre calamares vivos, tapas gigantes, botellines de cerveza y unos divertidos dueños, Mari y Manuel, que nos invitaron a probar esos mismos moluscos a la plancha al día siguiente.
Llegó el domingo y con él el final del #Gatatrip, pero aún nos quedaba toda la mañana para exprimirle un poco más el jugo al Cabo de Gata. Después de recoger la casa y cargar los bártulos en los coches, decidimos conocer Los Escullos, el pueblo que da nombre al camping donde nos alojamos. Esta pequeña población pesquera destaca por la fortificación de San Felipe, que se alza a orillas del mar entre las formaciones de lava tan características de la zona.
La siguiente parada fue Los Albaricoques. El interior de esta aldea, con sus aljibes y cortijos, ha sido uno de los escenarios preferidos por la industria cinematográfica del Spaghetti Western o Western Europeo de la década de los 60. En él se rodaron películas como Por un puñado de dólares (1964), Una pistola para Ringo (1965) o La muerte tenía un precio (1965). Continuando por la carretera principal llegamos al Cortijo del Fraile, donde en 1928 tuvo lugar el crimen de Níjar que inspiró las Bodas de sangre de Federico García Lorca y que además sirvió de escenografía para largometrajes como El bueno, el feo y el malo (1966).
Ya con hambre y pensando en esos calamares a la plancha que nos habían prometido al noche anterior, dejamos de lado al cine y deshicimos nuestros pasos dirección al Chiribus. Pero cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que tras una «ajetreada y larga noche», Mari y Manuel habían decidido no abrir ese día. Pero no dudaron en recomendarnos el restaurante de un buen amigo en el paseo marítimo de San Miguel, La Playa, donde Antonio calmó nuestros ruidosos estómagos y nos preparó para la larguísima y dura vuelta a casa en coche con unas generosas raciones de chopitos, calamares y otras delicias marinas.
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9 Comments
missmadaboutravel
21 diciembre, 2012 at 1:31Precioso el lugar y la experiencia… Cada vez que leo vuestros posts me arrepiento tanto de no haber podido venir al #Gatatrip… Eso se tiene que repetir!
www.caminomundos.com
20 diciembre, 2012 at 22:50¡me encantaaa! y porque también me enamoré perdidamente de andalucía, su mar, su viento, sus colores, su soledad, sus pueblitos, todo…. aisss miro las fotitos y me lleno de nostalgia viajera… gracias por compartir tan hermoso viaje 🙂
Fran Soler
20 diciembre, 2012 at 13:06Me encanta el Cabo de Gata y también tu forma de contarlo!! Pienso como tú, en temporada baja se disfruta muchísimo de la soledad de estos parajes!! Pero en verano es también una maravilla! Un saludo
Laura
18 diciembre, 2012 at 22:29Estoy con Enric y Celia, hay que volver en veranito 😀 ¡Muy chulo el post Marta! Que ganas de volvernos a reunir todos y hacer otro blogtrip de los nuestros 😉 ¡Un besazo!
Marta Aguilera
20 diciembre, 2012 at 12:26Yeah!! Hay que organizar otro blogtrip YAAA, jajaja. Un beso Laura!!!
Artabria
18 diciembre, 2012 at 20:54Qué paisajes más impresionantes!! Qué pena no haber podido ir! 🙁
Marta Aguilera
20 diciembre, 2012 at 12:25Increíbles!! Menuda paz se respiraba por allí =)
Enric y Celia
18 diciembre, 2012 at 19:03¿Podremos olvidar el Cabo de Gata? sinceramente, pensamos que no, porque una vez más lo recordamos con este post tuyo, ¡jumping incluído! queremos volver! ¡#gatatrip II! pero esta vez en veranito!
¡besos!
Marta Aguilera
20 diciembre, 2012 at 12:25Nunca!!! El Cabo de Gata ya forma parte de nuestras vidas!!! jajaja. Estaría genial volver en verano pero que estuviera igual de desierto que cuando estuvimos 😛 Un beso chicos!!!