¿Qué escribes? – preguntó él.
Giré la cabeza y me topé con unos grandes y vivarachos ojos clavados en los míos.
– Nada, ¿por? – respondí tímidamente.
– Porque estás garabateando en ese cuaderno –dijo mientras señalaba mi vieja libreta.
– Ah, bueno. No son más que tonterías – me reí nerviosa e incliné las hojas hacia mi pecho para que no pudiera leer nada.
– Y si son tonterías, ¿por qué las escribes? – insistió con una obstinación propia de su edad. Recuerdo que yo también era así.
– Porque quizá, dentro de 10 años, cuando las relea, encuentre una buena historia que me haga darme cuenta de que todo aquello mereció la pena – le contesté sin darme cuenta de que hablaba con un niño de unos 9 o 10 años.
– Ya… – musitó y se enfrascó de nuevo en su libro.
Volvió a su lectura, pero yo no podía dejar de mirarle.
– ¿Qué lees tú? – le pregunté empujándole un poquito con el hombro y mirando hacia el frente.
– Los Cinco en las Rocas del Diablo – respondió tímidamente y sin mirarme -. ¿Lo conoces? –me enseñó una portada que me teletransportó 12 años atrás, con lo que no puede evitar soltar una carcajada.
– ¡Claro!
– ¿Lo has leído? – preguntó sorprendido y orgulloso a la vez -. ¡Pero si es para niños! Y tú… – no terminó la frase.
– Jajajaja. Claro que sí. ¡Me los he leído todos! – le miré con ternura y deseé que no acabara nunca esa conversación.
Siguió leyendo mientras impulsaba las piernas de adelante hacia atrás. Yo seguí escribiendo.
“Próxima estación: Lucero”, dijo una voz para anunciar la siguiente estación de metro.
– ¿Estás escribiendo sobre mí? – preguntó con media sonrisa. En sus ojos pude ver que esperaba que así fuera.
– No, ¿por qué? – mentí.
– Apuesto a que sí –me desafió con una mellada sonrisa -. No dejas de mirarme y sonreír – escondió el rubor de sus mejillas bajando la cabeza hasta que apoyó la barbilla en su pecho. Mientras, seguía balanceando sus piernas hacia delante y hacia atrás.
No contesté. Sólo le guiñé un ojo, sonreí y me centré en mi cuaderno.
“Próxima estación: Moncloa”, repitió la misma voz.
– Álex, venga que es la nuestra – gritó una mujer de unos 35 años.
– Esta es mi parada – se apresuró a decirme. Se levantó, me miró, sonrió y bajó la mirada hasta mi cuaderno – Espero que encuentres una bonita historia para contar y que esto haya merecido la pena – dijo seriamente.
– Y yo espero que algún día la leas – le dije mientras le acariciaba la cara.
– Por cierto, me llamo Alejandro, pero puedes llamarme Álex –puntualizó y extendió el brazo para darme la mano.
– Encantada –sonreí mientras le estrechaba su pringosa manita.
– ¡Álex! – volvió a gritar la mujer, aunque esta vez más fuerte.
– Adiós.
– Adiós – contesté agitando la mano y volví a concentrarme en mi papel.
19 de octubre de 2009
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22 Comments
maria luisa
18 diciembre, 2013 at 20:59me ha encantado la historia que bonito escrito que entrañable que sensibilidad en algunos momentos me encanta no la habia leido todavia preciosa mira prometes llegara tu momento un beso
Rosa
3 diciembre, 2013 at 18:11Oooohhh, qué bonita historia!! Ese niño promete. Tengo que viajar más en metro con la libreta en mano, mola figarse en los pequeños detalles de las cosas que nos rodean cada día. Un saludo, Marta.
Elena
26 noviembre, 2013 at 21:20Qué bonito! Has tocado mi parte sensible… siempre me han fascinado esos encuentros en el transporte público con gente que se cruza contigo durante minutos y luego no vas a volver a ver más… o sí, quién sabe… 😉
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:26Gracias Elena! Me encantan ese tipo de encuentros!! Quizá por eso soy tan fan del encuentro de “Antes del atardecer” 😉
Un abrazo!
Glo Ribas
25 noviembre, 2013 at 17:03Qué preciosidad de historia!!! Me ha encantado!!
Un abrazo Marta
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:28Muchas gracias Glo!! Un abrazo 😉
Deana Soto
24 noviembre, 2013 at 2:07Qué bonita historia! A veces envidio la curiosidad de los niños…siempre listos para asombrarse! Lo que no saben, es que terminan asombrándonos más a veces 😀
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:28Son increíbles! Además, no tienen pudor y sueltan lo que realmente piensan sin problema, jejejeje.
Caminando Por el Globo
22 noviembre, 2013 at 19:24que hermoso!!!!
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:29Muchas gracias!! 🙂
Nati Bainotti
22 noviembre, 2013 at 4:27Tan sencillo y tan hermoso!!
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:29Sí, a veces no hace falta más que rascar un poco en los recuerdos y desempolvar una vieja libreta 🙂
Angie
20 noviembre, 2013 at 23:50¡Morí muerta de la ternura! Se me pusieron brillosos los ojos jajaja soy una sensible. ¡Amé este pequeño gran encuentro Marta! Los chicos SIEMPRE nos dicen frases desde su inocencia que nos dejan pensando horas y horas. Ojalá él encuentro haya significado algo para él también y tal vez te recuerde en un futuro. ¡Hermoso veo veo!
Angie!
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:30Jajajajajaja, sí, no dejan de sorprender nunca!!! Me alegra mucho que te haya gustado 😉
Un abrazo!!
sebastianrcabrera
18 noviembre, 2013 at 1:07Qué lindo! Y qué resuelto el chico para entablar una conversación con vos. Me encantó
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:31Esos chicos tan espabilados y resabiondos son los mejores!!! Lo malo es cuando cruzan el límite entre lo “mono” y lo repipi 😛
Muchas gracias Seba!!
amnerismazzeo
17 noviembre, 2013 at 19:30🙂 adoro los encuentros con niños!!! Nunca sabes que esperar en una conversación con un niño en la calle…una vez un chiquito de 5 años me pidió matrimonio en una plaza!!jaja …los adoro!! 🙂
Marta Aguilera
27 noviembre, 2013 at 10:33Jajajajajajaja, son muy graciosos!! Aunque a veces te ponen la cara colorada con tanta sinceridad y espontaneidad jejejej 😛
caminomundos (@caminomundos)
17 noviembre, 2013 at 10:17¿Marta es cierta la historia? ¡Cuéntanos qué hay detrás! ¿Has estado leyendo libretitas viejas? Placer de placeres 🙂 🙂
Marta Aguilera
17 noviembre, 2013 at 13:24Verdad, verdadera 🙂 A veces los niños te sorprenden, jejeje. Ay, sí sí, viejas libretas… pero voy a retomarlas para que no se me escapen más historias!!!
sonia
15 noviembre, 2013 at 20:00Qué bonita historia. Me parece muy entrañable. Espero que un día la lea ese chiquitín… 🙂
Un abrazo fuerte!
Sonia.
Marta Aguilera
17 noviembre, 2013 at 13:23Jejejeje, gracias Sonia! La cantidad de historias que dejamos a medias en trenes, metros, autobuses, en la calle… Después de rescatar esta historia,creo que voy a retomar la costumbre de escribir lo que veo 🙂
Un abrazo!!!!