El lago Peipsi es uno de los más grandes Europa y actúa como frontera natural entre Estonia y Rusia. Se caracteriza por su costa prácticamente virgen y de arena fina, por la tranquilidad y sosiego que transmite la ausencia de gente, y por tener algunas de las mejores playas del país.
Recorriendo el lago Peipsi
Decidimos recorrer una pequeña parte de este inmenso lago antes de llegar a Narva, en la frontera con Rusia. Fue un plan un poco improvisado que nos vino fenomenal para darnos un baño en las tranquilas aguas de este lago. Además, nos adentramos en la Estonia más rural recorriendo muchos de los pueblecitos que custodian el lago Peipsi.
Salimos de Tartu en dirección al lago Peipsi y fuimos parando en algunas pequeñas poblaciones que encontramos por el camino. Llegamos hasta Varnja, donde paramos para dar una pequeña vuelta y sentirnos como cuadros de museo al ser observados por los 4 o 5 habitantes que nos encontramos. No debían de estar muy acostumbrados a que parasen forasteros por allí.
Seguimos bordeando el lago en dirección norte entre bosques de árboles altísimos y delgados troncos hasta que no pudimos seguir avanzando porque la carretera estaba en obras y los guardias nos hicieron retroceder. Era lo mejor que podía pasarnos, porque la nueva ruta nos obligaba a atravesar los pueblecitos uno por uno (Kasepää, Kolkja, Kallaste…).
Estas poblaciones se caracterizan por sus casitas bajas de colores. Muchas de ellas están muy bien conservadas y otras en bastante mal estado. Además, encontramos bastantes puestos ambulantes de cebollas que nos acompañaron a lo largo de la carretera secundaria que tuvimos que tomar como ruta alternativa.
En Kallaste encontramos un súper y una oficina de turismo que surtía de wifi a la plaza del pueblo. Bajamos hasta la orilla del lago y nos sentamos a contemplar las tranquilas aguas del Peipsi mientras tratábamos de visualizar Rusia en el horizonte. Continuamos nuestro camino hacia Alajoe, donde se supone que está la playa más bonita de la zona.
Llegamos hasta Mustvee, el pueblecito más animado por el que pasamos, quizá porque había un hostel y un restaurante. Seguimos rumbo a Alajoe, donde pretendíamos llegar justo para darnos un baño, hacer un improvisado picnic y echar una pequeña siesta acunados por el silencio de las tranquilas aguas del Peipsi.
Fue todo un acierto llegar hasta la playa de Alajoe. Había apenas 5 o 6 personas en una playa estrechita, larga y de arena blanca respaldada por una espesa arboleda que te aisla por completo del mundo real. El lago no se caracteriza precisamente por sus aguas azuladas y corales en el fondo, pero estaba muy limpia y fresquita. Era el final perfecto para nuestra pequeña excursión por los pueblecitos del Lago Peipsi.
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2 Comments
Kate de Viajamos Juntos
20 noviembre, 2019 at 13:51Pues, si buscabais tranquilidad, acertasteis con el Lago Peipus. El Parque Nacional de Lahemaa es muy bonito, paisajísticamente hablando, pero mucho más frecuentado por los turistas, mayoritariamente locales. Si algún día queréis volver a los Países Bálticos, hacedlo en invierno; es cuando Lahemaa luce en todo su esplendor y con muchísima menos gente 😉
Marta Aguilera
28 noviembre, 2019 at 11:32Sí! En invierno toooodo se ve diferente 🙂 Sobre todo si es un destino donde suele haber nieve. ¡Qué ganas de volver!